¿Realmente abusamos de los antibióticos? Es probable que hayamos presenciado en numerosas ocasiones cómo las personas de nuestro alrededor recomiendan e incluso regalan antibióticos a los demás para aliviar algunos malestares. Esta costumbre tan común puede resultar, sin embargo, realmente perjudicial para aquellos que ingieren estos fármacos sin prescripción médica. Te contamos por qué.

¿Qué son los antibióticos?

En palabras de la RAE, un antibiótico es una “sustancia química producida por un ser vivo o fabricada por síntesis, capaz de paralizar el desarrollo de ciertos microorganismos patógenos, por su acción bacteriostática, o de causar la muerte de ellos, por su acción bactericida”. Es decir, combate las infecciones bacterianas, eliminando las bacterias y/o impidiendo su crecimiento. Pueden administrarse por vía oral, inyectable o sobre la piel en forma de crema.

Es importante matizar que estos medicamentos afectan únicamente a las bacterias, no así a los virus. Por ello es contraproducente ingerirlos para aliviar resfriados, gripes, tos y dolores de garganta (a no ser que estén causados por una infección por estreptococo). De hecho, en estos casos pueden provocar daños en el organismo.

Tipos de antibióticos

De acuerdo al efecto que provocan en el organismo:

1. De bajo espectro: atacan a las bacterias de una clase concreta.

2. De amplio espectro: atacan a las bacterias de diferentes clases. Al entrar en el organismo, combaten todas las bacterias que estén afectando a su correcto funcionamiento.

Los expertos advierten que el abuso de los antibióticos pueden perder su eficacia y aumentar las resistencias bacterianas.

Respecto a su poder de acción, pueden ser:

1. Bactericidas: eliminan la bacteria.

2. Bacteriostáticos: bloquean el crecimiento y reproducción de la bacteria.

Entre los antibióticos usados más frecuentemente encontramos la penicilina, la amoxicilina, las tetraciclinas y la cefalosporina.

Cómo actúan los antibióticos

Su principio de acción se basa en la toxicidad selectiva, eliminando los organismos dañinos e invasores y respetando, a su vez, las sustancias naturales de nuestro cuerpo. Su funcionamiento varía dependiendo del tipo de antibiótico del que se trate y de las bacterias que deben atacar. Pueden actuar sobre cuatro regiones diferentes:

1. Membrana celular: los antibióticos que trabajan sobre esta zona inhiben la síntesis de sus constituyentes, haciendo la célula defectuosa.

2. Pared celular: algunos antibióticos impiden la formación de paredes celulares, alterando la composición intercelular del microorganismo que pretendemos destruir.

3. Ribosomas: impiden la síntesis de las proteínas mediante la inhibición de los ribosomas bacterianos.

4. ADN y ARN: bloquean la síntesis de los ácidos nucleicos que influyen en la síntesis de las proteínas, convirtiéndolas en proteínas defectuosas y causando la muerte del microorganismo dañino.

El abuso de los antibióticos y sus efectos perjudiciales en la salud

Ya en el año 1945 el Dr. Alexander Fleming, científico británico y descubridor de la penicilina, advirtió que “el abuso de la penicilina acabará provocando el desarrollo inevitable de bacterias resistentes”. Es el mismo peligro al que estamos expuestos hoy en día debido, en gran parte, al consumo abusivo y descontrolado de antibióticos. De hecho, la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica indica que se suceden hasta 25.000 muertes al año en Europa a consecuencia de las bacterias multirresistentes, tal y como podemos leer en esta noticia del diario ABC.

Y es que aunque los medicamentos administrados racionalmente son indispensables, su uso desmedido da lugar a graves efectos adversos. Los expertos advierten que pueden perder su eficacia y aumentar las resistencias bacterianas. De esa forma se crean bacterias multirresistentes que necesitan fármacos cada vez más potentes para ser detenidas.

Por ello, y dada la naturaleza de dichos antibióticos, no son aptos para infecciones virales como resfriados comunes, sinusitis o dolor de garganta. Además, es importante consumirlos bajo control médico, evitando la automedicación y las consecuencias negativas que conlleva.

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